De
perlas y plata va la cosa, no de grana y oro, aunque podría ser, por aquello de
la tauromaquia…
Inés quería una tiara con los mismos tonos del vestido… ¡y qué vestido!
Destellos en plata, blanco y nácar, además Pilar (su madre) me dio una pista fundamental, le encantaban las perlas.
Así que me puse a investigar diseños y joyas varias hechas con perlas, y me tropecé con estas curiosas maravillas…
Se dice que son unas invenciones francesas del siglo XVIII, pequeños broches en los que la mirada de tu “amante” te acompaña allá donde vas...ojito con ellos.
Continuado
con la búsqueda, comencé a “cultivarme” en el mundo de la perla, y llegué a la conclusión que las
perlas dan mucho juego, y si no que se lo pregunten Ms. Marilyn.
Y es que, a quién no le apetece acariciar un collar de perlas, es algo inevitable, verlo,
mirarlo y…tocarlo.
El resultado fue este, una tiara con hilo y cordón plateado junto con un buen
número de perlas irregulares.
Inés contentísima, y yo, ¡más!
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